UNA MIRADA A LA CALLE

No puedo evitar mirar y pensar camino a casa, en las barrigas hambrientas; en las despedidas; en las lagrimas contenidas por quien se avergüenza cuando tiene la oportunidad de sentir; en quien camina con libertad; en quien la vida se le va; en quien tiene la cabeza cubierta de vivencias; en quien camina con esperanza; en las buenas obras; en las voces justas; en la solidaridad de unos cuantos; en las visiones distintas; en los esfuerzos; en las tantas versiones; en la desolación; en quienes brindan ternura y amor; tampoco, en quien va obstinado y mucho menos en quien va preocupado; en las miradas inofensivas y ni siquiera puedo dejar de pensar en aquellos arrogantes; ni en los altivos que con encima del hombro miran.  HAY QUE SER TOTALMENTE INVIDENTE DEL ALMA PARA SER EGOÍSTA!

Me pase la vida esperando las respuestas del Dios a quien tanto le pedía; me arrepiento profundamente de haber desperdiciado este regalo. Hoy les puedo decir con lágrimas avasallando mi alma, que me perturba recordar cada noche que pase desarreglada de frente al televisor, la computadora o peor aún, todos esos días enteros de frente a aun mesón sazonando una comida no agradecida.  Las motivaciones momentáneas fundadas en conductas ajenas me llevaron a desequilibrarme aún más y esto quedo de mí. Nací bajo el seno de una familia normal en su época, un padre trabajador y una madre dedicada en cuerpo y alma al porvenir de su familia, una madre sacrificada, nunca fue lo que quiso y hoy, por fin entiendo su resentimiento, sus cantaletas de horas; la contienda con su alma no era cualquier cosa, de todo eso algo me tocaba. Soy la mayor de cinco hermanos, la niña querida de mi padre hasta que me embarace a mis 22 años. Siempre ame el arte, tenía una conexión tan profunda con mis ancestro